EL PLAGIO ACADÉMICO: UN ENGAÑO A SÍ MISMO

“Hacer caravana con sombrero ajeno” es un dicho muy popular que suena a deshonestidad.

Se supone que vamos a la escuela para adquirir conocimiento, pero también esperamos conocer algo de orden, responsabilidad y pulcritud, tanto en lo personal como en lo académico e institucional.

No deja de llamar la atención cuando nos enteramos de que un funcionario, político o servidor público ha incurrido en plagio.

Según los postulados internos de la ética en las universidades, usar contenidos o ideas ya existentes de manera impresa o electrónica sin citar al autor se considera plagio. Se ha mencionado también que es la reproducción de contenido o hacer referencia a éste sin señalar su procedencia.

Independientemente de su significado, tomar algo que no es de nuestra propiedad no es correcto y amerita una penalización. De ello debemos estar conscientes todos, pero independientemente del tipo de sanción que pudiera generarse, la cual podría ser administrativa, legal o hasta penal, a mi juicio, la penalización mayor nos la aplica la ciudadanía, ya que debe ser muy doloroso y difícilmente refutable la opinión y el juicio de la sociedad.

No hay mayor castigo que el que la ciudadanía nos considere faltos de ética, de principios, de valores. Es decir, deshonestos.

Al final de cuentas, el plagio académico, de ideas, de escritos, de arreglos musicales o de cualquiera de sus formas, representa una falta de autenticidad; es engañarse a sí mismo. Y si uno se engaña a sí mismo… ¿qué pueden esperar los demás?

Eso pienso.