La Doctora Claudia Sheinbaum ha iniciado su mandato y millones de mexicanos observan su comportamiento y escuchan sus palabras con interés y detenimiento, poniendo especial atención en las señales que emite.
El contrapeso es gigantesco, el desafío enorme.
La transición del poder se ha dado en los términos que ha impuesto su antecesor, quien la ha sujetado con la revocación de mandato, las reformas constitucionales, gente de su confianza en el nuevo gabinete, el control de su partido, las coordinaciones parlamentarias en el Congreso de la Unión, etc.
Recibe un país polarizado en el cual los académicos, intelectuales y medios de comunicación han sido ofendidos y vilipendiados.
Le corresponde la tarea titánica de construir un nuevo régimen. Se entiende que haya sido moderada y condescendiente con el anterior presidente, pues el poder en México viene con la silla y la doctora no estaba sentada en ella.
Ahora ya lo está y existe el deseo y la esperanza de que desarrolle su propio proyecto de país.
Es una mujer inteligente, preparada y sensible al poder, por lo que un halo de esperanza acompaña su llegada a este momento histórico.
Se encuentra ante la gran oportunidad de sacar lo mejor de sus capacidades y trascender en la más alta responsabilidad que le ha sido conferida.
La cohesión y la paz social pudieran ser lo más imperativo que haya que lograr por parte del nuevo gobierno.
La Doctora tiene la palabra y el poder para que los mexicanos tengamos el país que anhelamos.
Para ello, tendrá que asumir que el poder se ejerce, no se comparte.
Con la sobre representación en el Congreso, tiene todo para hacer realidad su pensamiento, su sentir y su visión, y además, sin oposición a la vista.